Urquiola
Ignacio Arnaiz
Relatos personales
«Yo vine aquí (A Coruña) cuando se estaba construyendo la refinería; necesitaban una persona con experiencia en carga y descarga de petroleros y me seleccionaron»
La proa de la casa de Ignacio Arnaiz enfila al Atlántico, por encima de la playa de Riazor. Al lado del ventanal siempre tiene unos prismáticos con los que este marino de 90 años otea un mar que un día vio ardiendo. «Serían las nueve de la mañana cuando llegué a la oficina y me avisaron del accidente del Urquiola», del que mañana se cumplen 40 años. «Yo vine aquí (A Coruña) cuando se estaba construyendo la refinería; necesitaban una persona con experiencia en carga y descarga de petroleros y me seleccionaron», comentaba. Cuando ocurrió el accidente, «llevaba 10 años de capitán de puerto; enseguida me puse en contacto con la Comandancia de Marina, que no sabían gran cosa. La información que me dieron fue escasísima y me dijeron que era mejor que yo me acercara a verlo».
Lo siguiente fue subir a un remolcador. Al llegar a las inmediaciones del petrolero, «el barco ya había derramado gran cantidad de crudo, estaba escorado y empezaba a arder. A bordo solo quedaban el práctico, Lebón, y el capitán, que habían puesto a salvo a la tripulación, unos 40, en un remolcador». Era la escena con la que se encontró Arnaiz.
«El capitán y el práctico, cuando el barco empezó a incendiarse se tiraron al agua los dos desde una altura de unos 15 metros», evocaba este marino que también sufrió un accidente con un petrolero cuando navegaba por el Ártico, entre los hielos al chocar con uno de ellos.
El capitán del Urquiola, Francisco Rodríguez Castelo, fue el único muerto en el accidente, «apareció a los dos días», y el práctico se salvó «porque era un buen nadador y fue hasta Mera, que son dos millas de distancia».
Aquella misma tarde, cuando Arnaiz salía de la Comandancia de Marina el práctico llegaba a la misma, después de haber nadado en un mar cubierto de llamas en varias lugares, y ser recogido en un arenal: «Recuerdo la cara del práctico, de Lebón, aún llena de petróleo y diciendo que aquello no era nada». Lebón falleció en el 2012.
Arnaiz permaneció durante casi dos horas en el remolcador, mientras el Urquiola ardía con una gran humareda: «El humo obligó a cerrar el aeropuerto de Santiago por falta de visibilidad».
Sobre la existencia de las agujas de roca que provocaron el siniestro, Arnaiz explica:
«Se sabía y no se sabía; se sabía porque, según me dijeron en la Comandancia de Marina, iba a llegar un barco de la Armada para hacer una prospección de la profundidad que había en la entrada del puerto». Estos bajos no estaban en las cartas náuticas, «se sabía que había algo, pero no estaba registradas».
El Urquiola fue desguazado donde embarrancó con sus 110.000 toneladas de crudo.
Siete años de lucha
Cuando falleció el capitán del Urquiola, Francisco Rodríguez Castelo, su esposa, María Isabel Rodríguez Moreno, estaba embazada de su segunda hija. Cuarenta años después, esta mujer resume: «Mi vida ha sido lo que es la vida para todo el mundo». Recuerda los siete años de lucha para «dejar el nombre de mi marido en su sitio» ya que en primer momento «lo culpabilizaban a él y, al mismo tiempo, le daban medalla al mérito naval».
Finalmente Isabel logró su objetivo: «Reconocieron que no había sido su culpa y me indemnizaron». Hay algo «que no he contado nunca pero me pareció muy mal:
mientras estaba en la Comandancia esperando para saber lo que pasaba con mi marido por allí iban pasando bandejas con jamón. No me pareció serio aquello ni manera de trabajar…».