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Las industrias del puerto

La Artística, un imperio de hojalata

Las industrias del puerto

Poco se conoce de la evolución económica y financiera de La Artística durante estos primeros años y los datos disponibles resultan paradójicos: por un lado, en 1902 daba empleo a unos 60 operarios, y tenía una facturación de 6 millones de pesetas, y por otro, la liquidación reveló que no figuraba como un negocio muy próspero. En 1909 los socios decidieron prorrogar la sociedad, porque aunque el negocio había ido mal, les interesaba continuar la actividad empresarial.

Esto se debe a que el mayor negocio para un fabricante de envases gallego estaba en desarrollar aquella actividad para la que disponía de un número mayor de clientes, y esa era la conserva de pescado. En la ciudad herculina y sus entornos no existían un gran número de fábricas de conservas, razón por la que tuvieron que dedicarse a otras ocupaciones, incluida la impresión sobre papel. La actividad conservera estaba realmente en el sur, en la ría de Vigo y allí se dirigió José Suárez Pumariega, hermano de Germán, para instalar un taller en el Areal vigués y fundar un negocio en 1906 con su hermano y su socio Salgado. Entre las dos Artísticas y la Metalúrgica cubrían la demanda gallega y fabricaban además para otras áreas peninsulares.

Manuel Salgado murió en 1910 pero su viuda continuó con la sociedad durante 9 años más. Aunque en el momento de su disolución, la empresa no poseía grandes activos, entre ellos destacaban las propiedades, la maquinaria, la instalación eléctrica y las materias primas.

La empresa cambió de nombre en 1930, y de llamarse Germán Suárez y Salgado SRC, pasó a denominarse La Artística-Suárez Pumariega, con domicilio en Juan Flórez 102. Los cuatro socios iniciales fueron la viuda de Salgado, María de la Encina González Blanco, y los hijos de Pumariega. El objeto social de la nueva empresa resultaba idéntico al de la antigua: la fabricación y explicitación de toda clase de estampaciones de hoja de lata, metal, papel, cartón y construcción de envases de hojalata. El consejo de redacción quedó formado por María de la Encina González Blanco y sus hijos -una de las hijas estaba casada con Demetrio Salorio Rubine, de la familia de empresarios coruñeses Rubine-. De esta forma, se fue introduciendo la segunda generación de emprendedores.

La Artística no se vio afectada por la Guerra Civil, ya que nunca sufrió dificultades aprovisionamiento de hoja de lata. La producción, además, creció en este período -las conservas tenían buena salida en el Ejército para las poblaciones ocupadas e incluso para exportar a Alemania-. En 1938, sin embargo, la coyuntura optimista comenzó a desvanecerse: la fábrica fue militarizada. A partir de ese momento, el resto del negocio experimentó una serie de problemas, al dejar de recibir los suministros habituales.

Las restricciones no dejaron de producirse. Durante 1939, y debido a la entrada de Alemania en la guerra, se hizo más difícil importar la hoja de lata. A esto hay que añadir las dificultades para alcanzar la provisión de otras materias primas, por lo que los resultados negativos comenzaron a asomar en la cuenta de resultados.

Hacia finales de la década de los cuarenta, los costes de producción aumentaron de manera “alarmante e incontenible”, según la empresa. Se trataba de gastos generales y de fabricación, cargas sociales y precios de las materias primas. Para poder vender una producción menor que en los años de la guerra, la empresa tuvo que rebajar los precios. Aunque los beneficios crecieron de manera extraordinaria durante la contienda civil, durante la posguerra experimentaron una situación de retroceso en la que tuvieron mucho que ver la falta de materias primas y energía, pero también las políticas económicas del primer franquismo, que incluyeron las conservas entre los productos de precios intervenidos.

En 1952 remitieron las restricciones a la adquisición de materias primas, así como las limitaciones a la incorporación de nueva maquinaria, con lo que se consiguió completar la modernización de la sección de fabricación de envases. Sin embargo, el problema más grave, el de la crisis de la conserva, no parecía subsanarse.

La tercera generación se hizo cargo de la empresa en 1953 en una situación en la que la coyuntura comenzaba a mejorar. Los problemas, sin embargo, no desaparecieron, y los costes de producción habían experimentado un fuerte impulso, mientras que la cuenta de resultados, la facturación y los beneficios descendían de manera sensible.

Privada en gran parte de sus clientes, La Artística se vio abocada a una existencia lánguida y de conservación de los activos, pero sin ninguna iniciativa de interés que la estimulase a situarse de nuevo en sus posiciones anteriores a la Guerra civil, de modo que sus administradores se insertaron en el mundo de la burocracia de la patronal franquista.

Durante los 60, los empresarios de la conserva intentaron mejorar su situación anterior y comenzaron con una primera diversificación en el sector, pese la escasez de sardina y la pérdida de los mercados exteriores. En este momento se produjo un nuevo cambio de domicilio y la empresa se trasladó a la carretera de Nostián, en las parroquias de San Pedro de Visma y Pastoriza, en una aparente huida hacia delante. Los elevados ingresos que debió proporcionar el amplio y espléndido solar de Juan Flórez, una de las vías de mayor demanda de construcción residencial, no se tradujeron en inversiones tendentes a recuperar las posiciones perdidas respecto a los años 30.

La crisis de los 70 afectó profundamente a La Artística, una situación de la que nunca llegó a recuperarse, con unos créditos pendientes que le resultaba muy complicado devolver. Los ejercicios negativos se sucedieron por el alza de las materias primas y energía y la caída de las ventas en un contexto de mayor competencia.

En 1981 presentó suspensión de pagos, y al año siguiente, se creó La Artística Laboral, que logró subsistir aún dos años más. La empresa, que había finalizado así una larga existencia casi centenaria, sucumbió a las malas prácticas económicas del franquismo -autarquía y ausencia de competencia- y no supo resistir el impacto de la desregulación del mercado en los años 70. Su homóloga viguesa que, por otra parte, consiguió mantenerse en pie y fue absorbida en 2004 por la multinacional alemana Altana, consiguió celebrar los100 años en activo en 2006.

(Alonso, Luis; Lindoso, Elvira; Vilar,Margarita. Construyendo empresas.La trayectoria de los emprendedorescoruñeses en perspectiva histórica.)

Curioso documental sobre La Artística de Vigo

Parte I

Parte III

Parte IV

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